Tenía por corazón un sol enorme, un pequeño astro cuya luz se escapaba a cada sonrisa... era calor y vida lo que se desprendía de cada uno de los parpadeos que acompañaban a sus carcajadas...
Jamás corrí, era valiente, era insensata, estaba fuera de la ley, dibujaba fatal cosas preciosas, nunca aprendió a rimar, quizás porque su vida simplemente, siempre aparecía descuadrada, pero era para ella un placer ser quién era...al menos, estaba viva, creía...
Era de cera, y a cada instante de vida, de alegría, de felicidad (son la misma cosa) que regalaba, su cuerpo se desvanecía, caía lentamente, cuando más feliz era, cuando mayor era su sonrisa, más se alejaba de la vida, más se acercaba a su final, pero...
¿Acaso acaba la vida cuando la cera se derrite? Acaso no son los sentimientos los que humanizan... el mundo parecía volverse loco a cada vuelta del camino, era un constante final eternamente alargado, era una felicidad esbozada en un suelo demasiado frío, era el principio del final, era el final del principio, era el reloj atascado en las nueve y un minuto... que fortuna ser capaz de dar la vida a cada momento por hacersela más llevadera a los demás, y darse cuenta de que todo lo que recibía compensaba sobradamente cualquier dolor de cabeza, cualquier egoísmo, cualquier mal...
Y terminó cuando ella quiso, y en ese momento en que decidió decir adiós, en que dejó que su corazón se apagase, se apagaron las luces, y el cielo se tiño de negro miedo, pero él vió otra cosa, era oscura paz, era el comienzo de un nuevo final, era el momento de empezar a volar, dejando atrás lo demás, era el momento del alma...al fin...
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