26 de julio de 2011

En la espalda

Algunas personas tienen su corazón en la espalda, y resulta increible lo bien que lo sienten.
En la espalda de otra persona, en la que apoyando cuello con cuello pueden ver las estrellas un día veraniego.
Y crecer sin miedo a caer, porque siempre existe ese otro lado de la balanza, esa otra mitad que te asegura vida, aunque no quede esperanza. ¿Y a cambio qué te pide? Compañía, nada más, y se la das como si te pidiese la vida, ciegamente.
Porque un día firmé un contrato (no me gusta esa palabra tan poco sentida), un contrato de niños para gente mayor, un contrato de inocencia para las situaciones más extremas, un contrato que mantedré a sangre y fuego. Lealtad, pasión, cariño y lo un puñado de sueños.
Lo escribí en la espalda de una chica, lo escribí con el traqueteo de ruedas de fondo, lo escribí con las sensaciones de una música que aunque no me guste me sigue diciendo cosas. Lo escribí sin saberlo del todo, sin que ni ella ni yo entendiésemos lo que significaba tumbarse frente a un cristal y dibujar letras en la espalda.
Pero así es la vida, símbolos y gestos, y eso junto a un montón de recuerdos, es algo que por nada, nada vendo.
Te quiero

De vueltas al primero

Todavía está por llegar el último te quiero que me escuches. Todavía son suposiciones las reacciones a posibles situaciones incómodas. Pero llegarán, porque las buscaré, a partir de ahora, dejaremos de especular.
No seré más ese chico espectacular, esa cena con velas, con olor a flores frescas y a rutina de primavera. Me cansé de mecer la cuna de la niña que mucho llora y más se queja. Y no es porque sea mala esa profesión, y no es porque esté cansado de ese tiernísimo amor, es que toca crecer, y ahora el que es un niño pequeño soy yo.
Claro que no encuentro palabras para planear esa manera de empezar a pedirte disculpas por haberte fallado, por haber hecho que nos ahoguemos cuando más lejos estamos de la orilla. Lógico que te enrabies, que llegue demasiado tarde y que haya demostrado ser un desastre. Así soy, nada pudo cambiarme, nada te cambió a tí, no quiero reproches ni lágrimas, no sé lo que quiero.
No voy a tirarme a la piscina, no voy a regalar como si nada valiese el tesoro de la dignidad ni tampoco la fortuna del tiempo sonriendo, pero lo mismo, llegado el momento, me tomo un par de Gin-tonics y me pongo serio.
Pero como eso es algo remoto, como está envuelto en misterio, tú no te preocupes, que mientras cambio y me pierdo, aquí me tienes para escuchar y quererte como desde siempre he querido hacerlo.

Un último apunte, que aclare todo esto. Te quiero. ¿Qué significa eso? Que contigo seguiré tomando helados en otoño y que cualquier día de estos, será el primero.

24 de julio de 2011

Angel Caído

Quiero un beso de despedida peliculera. 
Bajo la lluvia, con ropa blanca, el pelo suelto y música épica. Calles vacías, ventanas rotas y ciudades grandes como escenario de nuestro adiós. 
Quiero que ese beso, sea el beso del reencuentro, nada de despedidas, que nos sientan fatal.
Me permito soñar con una corbata regalada, un par de pendientes de presumida y otro aniversario compartido. Compartir cambios de peinado, niños malvados, velas con champán y la última anécdota antes de mudarnos.
Quiero una relación de sangre azul y fondos de disney, de rojo pasión y desconocido final, de tango y vals, de eso que no sabemos pero imaginamos que si queremos, podemos alcanzar.
Y para terminar, quiero el beso, ese punto y final.
Estamos en la cama, toda la noche sin parar de charlar, esa es nuestra virtud, que no nos cansamos de tontear.
Tontear, repetir, acariciar, pervertir, ilusionar, dibujar, despeinar, suspirar, incluso susurrar.
Te beso, y lo mejor, no es película, ni despedida, es que nos vamos a dormir, y mañana cuando despierte, te volveré a oir respirar.

22 de julio de 2011

Guapita


Lindeza, ricura, bonita, belleza, princesa de cuento, de historias que invento.
Ojitos, pequeña, historias de ensueño, fruta fresca y mordiscos, histeria o locura, con luz encendida. Tal vez a oscuras.
¡Pero qué diablos! No puedo quejarme por estar enamorado, si se que sin querer se te acaba queriendo, cómo evitar el amor, cuándo tanta gente se pasa la vida persiguiéndolo.
Pues no, resulta que no quiero, no quiero dejar de quererte, no quiero encapricharme, y al final consigo, y conseguimos más bien.
Tú me dices te quiero, yo te tiro dos besos, tú te quedas callada, y yo, yo me guardo el te quiero, para cuándo algún poeta invente palabras, que expresen mucho más que eso.

Tormenta


Todos tenemos nuestro tiempo, es lo primero que tenemos que asumir. Comprender que somos estados de ánimo, que mañana puede salir el sol tras todo un mes de lluvia. Comprender que conformarse nunca está de más, que pelear hasta la muerte es el deber de aquel que realmente quiere algo. Buscando el punto intermedio, descubriremos que no existe, que simplemente es otra creación humana, como la realidad, como la imaginación.
Al final, en última instancia, lo que nos quedará de todo eso será el pasado que es un presente que vivimos sin darnos cuenta, todo lo demás es necesario, pero no es vital.

Calambres

Y pinchazos y berrinches, y rabietas y peleas, y catástrofes de cine, y trastos a la cabeza.
Si yo te contara mi vida, te ibas a reír. Si tú me contaras la tuya, me reiría yo de ti.
Rompo a correr, tengo miedo, muchísimo miedo. Que si no funcionarán las cosas, que si los planes siempre se tuercen, que si me formo falsas expectativas, que si traiciono mis principios.
Bla, bla, bla.
Necesito una ducha, que nadie me vea llorar, necesito paciencia y un diario en que escribir tonterías, en que anotar mis ideas, y en que borrar días después esas tonterías.
Y calambres que me dan al pensar que la vida es una carrera, y me estoy quedando sin fuerzas nada más empezar.

Yogur griego con leche condensada

Pues eso, sabores.
Yogur griego con leche condensada. Fresas, a secas, o bien acompañadas, en tiempo y fuera de él, por supuesto, en compañía picardía.
Chocolate derretido a mediados de enero, helado de vainilla a principios de julio, un café antes de ponerte a estudiar, mientras estudias, o cuando no puedes más y no debes parar. Café con hielo y tequila y sal. Compañías extrañas, amistad real.
Clásicos que se deconstruyen, innovaciones que se quedan atrás, sabores que no puedes olvidar, porque forman parte de la vida. Como ese primer susto que recibes cuando tragas agua de mar, como esa extrañísima sensación que acompaña al primer trago de la cerveza, como esa refrescante idea del zumo que no te sacia.
Al final, como el agua que a nada sabe pero que tanto nos gusta, tal vez no haya nada igual.
De sabores y sabores, ¿qué me vas a contar?

Tormento


Que me pitan los oídos, que no duermo como debo.
Malditos sean los sueños que tengo, que los sueño hasta despierto.
Imagina como quedo, cuándo no descanso nada, y encima pienso.
Dejar de pensar, clamar entre almohadas, ¿Qué qué me pasa?
Que vivo amargado, que de todo me quejo. Que si tengo algo, ya no lo quiero.
Que soy un niño chico, pero sin ser inocente, que perdí las virtudes del peque, y cogí los vicios del viejo.
Y en esto me quedo, destrozado y sin arreglo, con ganas de estar solo por momentos, con ganas de no dejar de estar acompañado por si tropiezo.
Y así mientras actúo y te comento. Y tú no lo ves, ni nadie por instinto lo intuye, pero yo me voy derrumbando, y acabaré cayendo.
¿Y cuál es mi preocupación? Lo que  me podré llevar por delante cuando no pueda levantarme. Me preocupa eso, porque al final, aunque ni lo crea ni lo sepa, soy bueno.