No puedo escribir, no soy capaz ya de hacer palabra todo lo que me tortura. Quiero evadirme, escapar de esta nueva realidad que me desespera, que me asfixia sin matar. Quiero olvidar todo lo que he visto y oído, quiero dejar de ser quien soy, quiero ser capaz de querer. No puedo evitar la angustia ni la pena que siento, porque forman parte de mí.
Mi propio yo ha aparecido ante mis ojos sin esconderse, y me he horrorizado. No escribo lo que siento, escribo lo que puedo, lo que me aleja de mí, lo que necesito ahora.
¿Cómo puedo odiarme ahora con lo que yo me admiraba? Me resulta chocante la sensación que en mi existe, que no detiene el tiempo, pero lo alarga penosamente. Cada momento se convierte en un instante que con todas mis fuerzas desearía evitar.
Estoy cansado, harto del ‘yo’, de lo que soy y he sido, de lo que descubrí al fin. No podría desear en este instante otra cosa con más fuerzas que no fuese dejar de pensar.
Me tortura mi propia alma, esa esencia cruel, que ahora, desenmascarada, clama contra si misma, asustada de su propia maldad.
Todo cuanto ha sido ese ser que vivía en mi, ese espíritu que me impide amar ya ha desaparecido, tan pronto como apareció a la luz yo mismo lo maté. Pero fue un error, porque puse fin a todo lo que yo aparentaba ser a costa de evitar quien realmente era, ¿Quién soy ahora?
No entiendes esta angustia, esta maldita suerte que buscan expresar estas líneas, porque no tiene sentido, nada hasta ahora ha tenido sentido.
Vivir a secas, ser de todo y de nada, aparentar ideales, crear sueño e incluso creer ser feliz ya ha terminado. Me derrumbé tan pronto como me descubrí, sabiendo que caería muy profundo, pues así lo quise.
Esos sinsentidos expresan una agonía que ya agoniza, una tortura que pronto estará sentenciada.
Doy rodeos, y realmente odio lo que hago ahora mismo, pues no consigo transmitir con lo que escribo lo que realmente quisiera. Ya no consigo exteriorizar lo que saltó a la luz y me cegó.
¿Quién o qué he sido tantos años? ¿Cómo pude engañarme a mi mismo y a los demás? ¿Qué me impedía ver mi propia alma?
Todo ha sido vana representación de la vida. Ha sido aparentemente maravilloso, vivo y colorido, digno de recordar, pero pura representación.
Dones son falsedades que creía idolatrar, partes de mi vida que sentía amar, y ahora todo eso se acabó. Quiero y quisiera sentir dolor, pero no hay en mi alma nada lo suficientemente humano como para hacerme sentir eso. No lo creerás, pues es absurdo, pero soy pura felicidad, he vivido años cegado y ahora la conciencia más clara guía mis pasos, sabiendo que esto no es más que el comienzo.
Se me brinda ahora una elección que al fin veo sencilla, ¿idolatrar falsedades tal y como he hecho hasta ahora, creyendo ser feliz, o cambiar y buscar qué es lo que realmente soy y qué debo hacer?
Con permiso de usted, su opinión y mis circunstancias, elegiré lo segundo, a riesgo que no conocer la verdad, pero si con la seguridad de alcanzar la verdad que antes creía conocer.
Buscaré al fin la verdad, sin mentiras ni apariencias, sin amar nada ni a nadie, no me dejaré vencer por la vida y sus obstáculos, tan claras como tengo mis prioridades. Buscaré personas a las que querer, pero sólo como una misión secundaria de un juego trascendental.
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