Experimentación superpuesta de aquello que no puedo ver, es la principal fuerza que me hace abandonar el colchón. Trasnochar sin motivos conocidos esperando a que salga el sol absurdamente, mientras descanso la vista y aclar esa obviedad de que no sé nada.
No tengo ya armas, no puedo continuar este camino, no puedo decir ninguna palabra más, es mi despedida, de verdad. Tengo ritmo en las rodillas, los pies destrozados de no caminar, de dar giros sobre mi mismo sin marearme de verdad. Fue durante un tiempo, durante un breve instante de mi larga vida, clara mi intención, justas mis fuerzas y malnacidos mis métodos, y así no triunfé, y sumé un fracaso tras otro, sin oportunidad de redención, pero ahora abro los ojos cada mañana, y me pesan muchísimo, porque no me queda otra que seguir, sin querer, por miedo a fallarte, ¿en qué sentido? Y yo que coño sé, no te enteras de que lucho contra mí a diario por explicarme...
Es difícil, perdoname, no pretendía ser maleducado, pero todo tiene sus límites, incluso el horizonte visto a través de paredes.
Y caerá estruendosamente el peso de la sinrazón en mi memoria meses después, y mañana mismo me arrepentiré de huir tran vilmente de mi única salvación, de lo único en que me sostengo últimamente, pero llegó la hora de ser valiente, de huir como un valiente cobarde...
Adiós, buena suerte y recuerda, recuerda por última vez, no grites, no hace falta, susurra, dejame ser yo mismo y volveré, si tú lo pides...volveré.
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