8 de marzo de 2011

El ocaso de un otoño que se demostró lluvioso

Porque cada día estoy más enamorado de la lluvia, de mi almohada, porque semana tras semana cruzo los dedos para que llueva entre semana, para que salga un sol mojado pasado el mediodía de un viernes que se antoja divertido.
Hago como que toco la guitarra, dejo que la ventana de mi cuarto se moje, y no permito que la lluvia descanso porque yo no paro de cantar fatal. Total, que resulta divertido verme delirar, verme soñar con que lo que hago tiene un mínimo de sentido, aunque sabemos que no lo tiene.

Y es que me gusta el otoño, esa calma que tanto necesitan mis nervios, ese olor a recuerdos del verano, esa esperanza puesta en volver a empezar el siguiente año, ¿no sientes tú lo mismo? Sin duda, es especial, lo quieras o no, ver las hojas caer transmite tranquilidad, porque sabes que aunque mueran, en unos meses, nuevas hojas brotarán.
Melancolía líquida no apta para el consumo, mecánica lógica que se escapa a la cordura, estaciones en penumbra, sueños que no puedo detallar, que quisiera entender, de los que no debería despertar, cerrar los ojos bajo unas sábanas, y pasar frío sin tiritar, eso es Otoño, un año más.

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