Sometidos como estamos a lo que debemos hacer. Atados como vivimos al parecer por encima del ser, a menudo desenfocamos el lugar en el cuál no nos importaría volvernos a perder.
Imaginar que lo que escribes es el reflejo, que tu pantalla es mi reflejo, que mi reflejo es una parte de ti, que si existe algo que nos una, es que somos particulares, que la diferencia fundamental es que nos veamos como nos veamos, bien o mal, eso da igual, para el otro seremos lo que quiera que seamos, sin más.
¿Lo entiendes? No me explico, ¿verdad?
Lo hago fácil, sencillo, ahora más claro, como para hacerlo tonto pero sin que deje de ser real.
Es pensar que tu almohada está arrugada, que tu espalda no puede más, que tus ojos están cansados y que tus palabras se van agotando, pero al otro lado de la pantalla, en el reflejo del cristal, está la otra mitad de la charla, las sábanas por arrugar, la silla que es tan incómoda, otros ojos que no paran de brillar. Y es un complemento, tú eres diferente, peculiar, y al otro lado de tu reflejo, encontrarás lo mismo, pero como tú, será totalmente diferente, será particular. ¿Palabras repetidas, por qué deben sonar mal?
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