Partiendo de la base de que yo no creo en la casualidad, sino en la causalidad. En que todo lo decide uno mismo, aún sin darse cuenta, y tiene unas consecuencias, aunque uno no las comprenda. Sabiendo de antemano que si Dios o algo así nos coloca en algún lugar, yo mientras no lo conozca, no me fiaré de él, tengo que comentar un par de tonterías, y es que no me cuadran algunas cosillas.
Tiro a un estanque una primera piedra, y empiezo a temblar, y ya estoy seguro de que no voy a parar de temblar mientras tar-ta-mudeo lo que escribo, o lo que imagino que me gustaría escribir.
Tiro otra piedra con tan mala suerte que me rebota y me pone perdido, y me recuerda que es un fallo tras otro, un golpe tras otro, una caída tras otra, y cada vez a mayor profundidad y siempre, si miras hacia arriba, brilla un poquito el Sol, si de verdad lo quieres encontrar.
Y vuelvo a tirar otra piedra, y esta rebota hasta que se escapa la vista, como si fuese encadenándose un salto tras otro, una palabra tras otra, una pregunta con otra que va aún más allá, hasta hundirse en lo más profundo, y descender con tranquilidad, mirando a los lados, encontrando una tras otra verdad.
Y por último lanzo una piedra hacia arriba, y tarda una eternidad en bajar, y cuando desciende, cada una de las gotas me salpica, y saben a felicidad, y si la piedra contenía un deseo, este no se hundirá...
Porque si hay que lanzarse al charco, por mierda que haya alrededor, me pienso lanzar, porque vale la pena rebuscar entre el fango, tratar de ir error tras error, dando pie a la creencia en la casualidad, para que al final, puedas, quizás, tal vez...nadie te lo puede asegurar, pero te la puedes encontrar...
Yo la encontré, y el estanque no para de vibrar de felicidad, ¿por qué no la vas a encontrar tú que eres aún más excepcional?
Me gusta la última reflexión.
ResponderEliminarSí, por qué no.