12 de enero de 2013

Descanso

Directa al corazón. Directa la palabra. Directa en la dirección. Sin dudas de...no sé.
Es muy difícil acertar con la tecla adecuada cuando no sabes tocar y quién escucha toca tan bien. Es muy difícil concretar una definición ajustada cuando alguien es tan inmensamente sencillo y a la vez sencillamente inmenso.
Podría darse el caso de que fueses pelirroja, veinteañera y monárquica, podría darse la absurdez de que fueses madrileña, sensata y tranquila, pero vamos, que en cualquiera de los casos, tan real como inventado, mientras permaneciese la esencia, se daría el caso de que seguiría interesado en conocerte un día más, en tenerte curiosidad.
He tardado media hora en escribir este silencio, he pasado un buen rato escribiendo un comentario de especializado hasta que buscaba la palabra adecuada y que no fuese repetida, pero si hay una palabra, y está bien decirla, me tiene que dar igual que este repetida, ¿no?
A-rro-lla-do-ra, jodidamente viva, tercamente sentida, brutalmente sincera, como imán para el metal, como la chispa en las cerillas, como un mosdisco en los labios, como una carrera cuesta arriba. Sentirlo, respirarlo, leerlo, imaginarlo, creerlo y pensarlo. 
¿Pensar qué? Pensar nada, dejar fluir y hablar, que es la cosa de la que hablan los que hablan de las cosas que se hablan.
Especial galimatías, ya.

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