Con un guión establecido, con una idea muy clara, con la ciencia cierta de que está controlado, pero con la certeza de que al minuto se te habrá escapado.
Porque resulta que planeas el momento y no las palabras, perfeccionas el horario y no el uso del tiempo, y ordenadas por porciones un día atareado, sin tomar en cuanta los semáforos, la anécdota del finde o el perfecto fin de fiesta de una tarde entre cañas y amigos.
Es por momentos obsesivo, creerse en posesión de un destino, hasta que descubres que por bien que sepas el guión, siempre hay un renglón torcido, y lo mejor...¡nunca suena nada mal!
Te acurrucas en la almohada, y echas cuentas otra vez, el día fue como preveías, improvisaste con soltura en un caos ordenado.
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