Un día como otro cualquiera, otro día más para ti, para mi es el día seis. Y ahora te explico de que va esto de seis.
Día seis desde que te vi por primera vez sonriéndole a un desconocido, sexto día desde que de lejos intuí que este sexto día llegaría.
Estoy sentado de espaldas, esperando a que suene la sirena que anuncia que te toca morder la manzana del ocio que a media mañana vivís los chiquitines que aún vais por el insti. Tú no te das cuenta, pero te he visto antes de que empezases a ver las escaleras, te he visto antes de que llegases por la mañana temprano. Te he visto incluso antes de que estirases los brazos junto a la almohada cuando todavía es de noche.
Te he visto un día tras otro desde hace tan poco tiempo, desde hace una eternidad, por momentos es una cosa, por momentos es la otra opuesta. De verdad.
Hace frío, te veo sonrojada, y yo tembloroso, pero no te preocupes, no me estoy enamorando, es frío. Van ya seis días desde que tuve la mala suerte de tener buena suerte, desde que cometí la mejor peor decisión de mi vida. Cruzarte en el instante en que cambiaba de tren en mi vida.
Estoy a la sombra, y no me vas a ver, todavía no me he atrevido a darte el susto de que me veas...
Pero no puedo seguir mordiéndome los labios mientras te veo a través de un instituto. No va a ser eterno. Llegará un momento en que tú me veas, y cuando eso ocurra, notarás algo enorme, te lo explico en un periquete, ¿va?
Será algo así como que tenías frío y por los pies te sube un calor que no entiendes de donde viene ni por qué, y cuando llegue a tus mejillas, cuando el resto de tu colorete desaparezca, si es que ese día le dio por aparecer, sentirás que no te miraba por lo que veía, te miraba por lo que en mi vida sabía que ibas a ser.
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