Algunas personas tienen su corazón en la espalda, y resulta increible lo bien que lo sienten.
En la espalda de otra persona, en la que apoyando cuello con cuello pueden ver las estrellas un día veraniego.
Y crecer sin miedo a caer, porque siempre existe ese otro lado de la balanza, esa otra mitad que te asegura vida, aunque no quede esperanza. ¿Y a cambio qué te pide? Compañía, nada más, y se la das como si te pidiese la vida, ciegamente.
Porque un día firmé un contrato (no me gusta esa palabra tan poco sentida), un contrato de niños para gente mayor, un contrato de inocencia para las situaciones más extremas, un contrato que mantedré a sangre y fuego. Lealtad, pasión, cariño y lo un puñado de sueños.
Lo escribí en la espalda de una chica, lo escribí con el traqueteo de ruedas de fondo, lo escribí con las sensaciones de una música que aunque no me guste me sigue diciendo cosas. Lo escribí sin saberlo del todo, sin que ni ella ni yo entendiésemos lo que significaba tumbarse frente a un cristal y dibujar letras en la espalda.
Pero así es la vida, símbolos y gestos, y eso junto a un montón de recuerdos, es algo que por nada, nada vendo.
Te quiero
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