Pues eso, sabores.
Yogur griego con leche condensada. Fresas, a secas, o bien acompañadas, en tiempo y fuera de él, por supuesto, en compañía picardía.
Chocolate derretido a mediados de enero, helado de vainilla a principios de julio, un café antes de ponerte a estudiar, mientras estudias, o cuando no puedes más y no debes parar. Café con hielo y tequila y sal. Compañías extrañas, amistad real.
Clásicos que se deconstruyen, innovaciones que se quedan atrás, sabores que no puedes olvidar, porque forman parte de la vida. Como ese primer susto que recibes cuando tragas agua de mar, como esa extrañísima sensación que acompaña al primer trago de la cerveza, como esa refrescante idea del zumo que no te sacia.
Al final, como el agua que a nada sabe pero que tanto nos gusta, tal vez no haya nada igual.
De sabores y sabores, ¿qué me vas a contar?
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