Todavía está por llegar el último te quiero que me escuches. Todavía son suposiciones las reacciones a posibles situaciones incómodas. Pero llegarán, porque las buscaré, a partir de ahora, dejaremos de especular.
No seré más ese chico espectacular, esa cena con velas, con olor a flores frescas y a rutina de primavera. Me cansé de mecer la cuna de la niña que mucho llora y más se queja. Y no es porque sea mala esa profesión, y no es porque esté cansado de ese tiernísimo amor, es que toca crecer, y ahora el que es un niño pequeño soy yo.
Claro que no encuentro palabras para planear esa manera de empezar a pedirte disculpas por haberte fallado, por haber hecho que nos ahoguemos cuando más lejos estamos de la orilla. Lógico que te enrabies, que llegue demasiado tarde y que haya demostrado ser un desastre. Así soy, nada pudo cambiarme, nada te cambió a tí, no quiero reproches ni lágrimas, no sé lo que quiero.
No voy a tirarme a la piscina, no voy a regalar como si nada valiese el tesoro de la dignidad ni tampoco la fortuna del tiempo sonriendo, pero lo mismo, llegado el momento, me tomo un par de Gin-tonics y me pongo serio.
Pero como eso es algo remoto, como está envuelto en misterio, tú no te preocupes, que mientras cambio y me pierdo, aquí me tienes para escuchar y quererte como desde siempre he querido hacerlo.
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