Provocaste ilusiones, supusiste mi lealtad eterna, y claro, eso tenía un precio que no estuviste dispuesto a pagar. Siempre te pasó lo mismo, pecaste de soberbia, de sencilla maldad, engañando pensaste que me engañabas, y no hacías sino engañarte a tí mismo un día si y otro también.
Tardamos un tiempo en darnos cuenta, que eramos harinas de otro costal, tú eres agua salada, yo miel que ya no podrás probar. Soñabas con ser dueño de tí mismo, de tus impulsos, de los demás, creías que yo era dueña de mí misma, que estaba doblada a tu voluntad. Hablas por mí ahora, hablo por tí, para que sepan los demás.
No espero que lo entiendas, eres tonto chaval. No creía que me quisieras, pero las princesas somos así, esperamos que nuestros príncipes, sean príncipes de un cuento de esos de los que no quieres despertar.
Ahora resulta curioso, mis ojos vuelven a ser claros, los recuerdos me hacen reir, te crees que me río de tí, cuándo realmente, te doy las gracias por lo que me enseñaste, y te deseo algo distinto a como acabamos nosotros, te deseo buena suerte, y un dulce fin. Yo tengo un montón de sueños, y un futuro mucho mejor.
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