Pues eso, que me paso la vida dando charlas sobre nuestras decisiones, sobre que no existe el destino, sobre que somos lo que decidimos ser, que no debemos lamentarnos de nuestras acciones, porque nos hacen ser lo que somos, y eso resulta increible, y ahora me doy cuenta de una cosa, y resulta terriblemente...dulce.
Tengo la valentía de colgar, las malas artes de ir a una discoteca y perder el control, incluso tengo la fuerza de voluntad suficiente para reconocer que me falta voluntad. Capacidad de autocontrol, de mezclarme perfectamente entre horas de sueño y de estudio, soy ironía cuando la necesito, he asumido el control de mi vandalismo interno, la intensidad está en todo momento regida por los veredictos que constantemente emito, y sin embargo, sigo esperando.
Tu decisión, tú y tu primer paso, simplemente vives en la bendita ignorancia, por suerte para mí, tal vez por suerte para los dos. Si te das cuenta, si te paras a pensar, a decidir darme órdenes, descubriré que estoy totalmente atado a tí, que sin mí la voz imponente se vuelve silbido ridículo, sin ese guiño que para mí es un visto bueno yo me quedo con los pies hechos de natilla. Me haces recular, me haces modificar mis actitudes, mis decisiones, ¡ojo! no dejo de ser yo mismo, pero sin tí, sin tu voluntad, es como si a mi voluntad le faltasen motivos para existir.
Quiero que entiendas que esto es lo más romántico que jamás te he dicho, sin tí puedo vivir, y ser feliz, pero es que no me da la gana, es que elijo ser infeliz, elijo desvivirme por tu aprobación, elijo mezclar mi voluntad con un poquito de tus ganas, eso bastará...pero es que si tú te entregas como yo, seremos café, tostado, en su punto, calor en invierno, y ladrones de horas de sueño.
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