Existía hace...no, no, espera, mañana habrá una fiesta, una gran cantidad de parpadeos sorprendidos levantarán aire, y se notará en las ventanas de un primer piso que no volverá a pasar frío nunca más.
Unas manos que nadie verá harán la cama, apagarán las luces, encenderán la música y orquestarán a los grillos. El olor a tortilla, a un buen plato de pasta con orégano y un poquito de vino endulzarán el pasillo que une no sólo la cocina y el salón, sino los sueños a la realidad.
Allí ocurrirá, algo se moverá, nadie cenará esta noche, se cancelarán las invitaciones, y de pronto.
Golpe seco, y una silla al suelo, se rompe también un vaso, y se escuchan unas risas, todavía es temprano, los vecinos no se extrañan, esperaban una gran fiesta hoy, tal vez llegue más tarde, piensan.
La casa está vacía, debe estar embrujada, pero el correteo en el pasillo es imposible de omitir, a nadie le amarga un dulce, supuse mientras volvía a casa por la tarde con los ingredientes para un buen postre. Y ahí quedará, en el frigorífico, como todo lo demás, tan común, tan corriente, se ha cancelado una fiesta, no hay spaguettis que valgan, ni invitados a los que recibir.
¿Por qué no han venido mis colegas, tres chicas desconocidas, y algún que otro espontáneo a la fiesta? Porque yo la cancelé, culpable me declaro, ahora me explicaré.
Sentí ese espíritu, ese viento, y lo cancelé.
Desaparecí de pronto, la casa quedó vacía, se apagaron las luces, de verdad que la casualidad quiso que la luz se fuese, y que tuviese que encender las luces.
¡Maldita comodidad que me da el sofá! Que esta noche no duermo en cama, que aunque lo parezca, yo estoy en casa y alguien si vino a cenar, no probé bocado, los golpes a las paredes, la ropa en el suelo, había dos espíritus peleando, pero no se querían separar.