Un día corriente que será inolvidable. Un día de esos cuya fecha planeas y luego, pasados los años, no puedes borrar aunque no puedes ubicar en el tiempo. Un día que es una noche, una noche que es muy fugaz, una noche que acaba de día, y en la que dormir está fuera de lugar.
Una situación en que elegir entre luz encendida o apaga es más vital que nunca, más que cuando te vayas a poner a comer, más que cuando pienses en leer, porque en realidad, harás todo eso, verás.
¿Sabes como quitarás la luz? ¿Sabes como no la apagarás? Pues apareciendo la suerte, la fortuna, la casualidad, en el momento en que el codo pase cerca de la pared, ahí se decidirá, será el momento en que menos pendiente estés de mi, el momento en que te concederé un respiro. Y será solo esa vez.
¿Y luego qué? Luego quitarte la ropa, claro. Pero se dice más fácil y rápido que se hace, porque se hará sin manos, se hará con labios, se hará a mordiscos, se hará despacio. Se hará con ternura, se hará temblando, se hará muy cerca, terriblemente pegados. Se hará, lo haremos, pero vamos a la ropa, ¿va? Porque claro, todo en ti es vital, y lo que me separa de ti, aunque sea la mínima capa de tela, me sobra, y te prometo que te sobrará.
Espera, yo no hacía promesas, pues te aseguro que te sobrará.
Y ahora ya sin ropa, frente a frente, tiritando de fríos y muertos de calor, sudando sudor frío, y falta nos hará, porque en serio, la cama va a arder.
Empezarán los quejidos, los vecinos al escuchar, vendrán los policías, pero nos dará igual. Serán ellos motivos, motivos de acelerar, será algo nuestro, de tú y yo sin nadie más, pero con el mundo expectante, esperando entrar.
Y entrará, literalmente, y el beso que te calle será el beso del mordisco más suave dando jamás. Ese que de brutal, da más placer de lo que te hace sangrar. Y la espalda acabará arañada, y las sábanas mojadas. Pero no un poco mojadas, no no, mojadas para meterlas a lavar. Porque perderé los dedos, porque haremos ejercicio a oscuras o con luz, pero vamos, que los cuerpos serán más cuerpos de agua de lo que lo han sido jamás, de lo que puedes imaginar.
Y cuando llegue el momento, cuando la hora G esté por sonar, en ese instante, en ese chillido mitad guerra, mitad paz, llevaré mis labios a tu cuello, llevaré tu pelo a los ojos, y no necesitaré mirarte, para saber que a partir de ahora, mires donde mires, y mire donde mire yo, nos volveremos a encontrar.
Y por cierto, en todo esto solo habrá victorias, menos una chiquilla que será derrotada, ¿adivinas quién? Sí, esa buena cama que no esperaba tanta maldad bendita, tan inocencia sexual.
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