2 de junio de 2012

Un par de perlitas


Venga, soltar a las tres de la mañana un par de perlitas tontorronas, de esas que te amodorran, que las lees meses después y te avergüenzan, de aquellas tan necesarias cuando ves que o las sueltas o revientas.
Cómo romper a llorar, supongamos que rompemos a escribir, que lo que ahora lees realmente no tiene importancia si tú no se la das, que lo que ahora lees a partir de ahora puede cambiarse palabra por palabra a lo que tú quieres escuchar. Eres tú quién lee, ¿qué mínimo que decidir lo que piensas creer, escuchar, llama X a aquello que al final es interpretar?
Supongo que habrá maestros, que habrá gente que le pone afán, que la virtud de lo escrito está en decir algo sin pretender decir mucho más, en que se note sencillo, sea sencillo y grite a voces algo que es tremendamente difícil de explicar, ¡ay quién tuviera tal virtud! Mi envidia malsana provoca, la verdad.
Pero como no era eso a por lo que vine a hablar, ni por lo que llegaste a leer, soltar el par de perlitas, las dos tonterías que nunca están de más:
No te canses nunca de reir, porque de llorar sí que te vas a cansar.
No pienses que algo se acaba, piensa que algo empieza, porque realmente sólo hay un final, el resto, es una carrera, un…”no parar”.

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