Venga, soltar a las tres de la
mañana un par de perlitas tontorronas, de esas que te amodorran, que las lees
meses después y te avergüenzan, de aquellas tan necesarias cuando ves que o las
sueltas o revientas.
Cómo romper a llorar, supongamos que
rompemos a escribir, que lo que ahora lees realmente no tiene importancia si tú
no se la das, que lo que ahora lees a partir de ahora puede cambiarse palabra
por palabra a lo que tú quieres escuchar. Eres tú quién lee, ¿qué mínimo que
decidir lo que piensas creer, escuchar, llama X a aquello que al final es
interpretar?
Supongo que habrá maestros, que
habrá gente que le pone afán, que la virtud de lo escrito está en decir algo
sin pretender decir mucho más, en que se note sencillo, sea sencillo y grite a
voces algo que es tremendamente difícil de explicar, ¡ay quién tuviera tal
virtud! Mi envidia malsana provoca, la verdad.
Pero como no era eso a por lo que
vine a hablar, ni por lo que llegaste a leer, soltar el par de perlitas, las
dos tonterías que nunca están de más:
No te canses nunca de reir,
porque de llorar sí que te vas a cansar.
No pienses que algo se acaba,
piensa que algo empieza, porque realmente sólo hay un final, el resto, es una
carrera, un…”no parar”.
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