Es cuestión de confianza, y de tener un poco de imaginación.
Yo quiero simplemente sentarme, cómodamente, apagar la luz, que entre por la ventana lo justo para ver los ojos, y poco más...bueno, sinceramente, quiero ver un poquito más de las sombras, todo lo que seas tú querré verlo.
Una vez así, te quiero en el salón, pasando calor, que te acerques a mi, que me escuches decirte lo mucho que me gustas, y que te sonrías, le eches maldad y hagas como que me besas...pero te me vuelves a alejar.
Verte alejarte, mover las caderas, no sé si lo haces con maldad o simplemente es naturaleza, pero ¡madre mía! mi corazón va a estallar.
Y frente a mi te quedas mirando, como esperándome a parpadear, y se me escapa el parpadeo, y te empiezas a mover, tus manos van a tu camisa, que antes de resistirse, acaba en el suelo.
¡Dios, que sufrimiento celestial!
Imagino que ahora tu falda debe molestarte, y tú me lees el pensamiento, porque te la empiezas a bajar, y cuando acaba en tus tobillos, bendita suerte la mía, empiezo a ver que eres de verdad.
No sé cómo aguantas la tensión, porque yo voy a destrozar el sofá, y más cuando escucho ¡click! ¿qué te acabas de quitar? Me lo imagino, abro de nuevo los ojos y flipo, y ya...
Otros ojos no van a mirar, te chiflo, te sonrojas, te alegras de que Dios exista (si alguien te ve creerá en él) y te acercas lentamente, pero sin parar, paraliza el momento en el aire, instantes antes de quitarme el aire, se me escapa una tontería, una niñez propia de los nervios...
¡¿me dejas quitártelas yo?te prometo que no usaré las manos...!
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