Llegar más lejos, ser más fuerte, saltar más alto, romper más barreras, crecer dos dedos más, mantener la vista fija por más tiempo, apretar los dientes callando lo mucho que duele, acelerar cuando menos ganas se tengan, aprender a exprimirse.
Ser zumo de naranja, aprovechando tus diez minutos de vida a tope, para conseguir almacenar en algún lugar que desconoces todo lo que has acumulado en tres instantes fugaces.
Consiste en eso, cerrar los ojos con fe ciega. Abrir los ojos cuando más oscuras estén las cosas, vivir construyendo tu mundo sin permitir que este te engañe.
Hacer lo par impar, y lo impar, hacerlo redondo. Recitar de un tirón un par de poemas tontos y suponer que los únicos tres chistes que has aprendido en tu vida harán reir a alguien, a ese alguien.
Dará igual al fin y al cabo, ese alguien será lo segundo tras tí, siempre, aprendelo así, lo valorarás locamente, y establecerás en tí la cordura del conocimiento.
Porque sin corazón, no seriamos más que robots, pero sin ese trocito del alma racional, sin ese cerebro tan poco romántico, ¿quién le explicaría a las manos como hacer vibrar tus labios?
Aprendí ayer muchas cosas, y hace un año no sabía nada, pensando que sabía tanto y tanto como se repitió la historia años atrás, ¿y sabes qué aprenderé mañana? Porque yo no lo sé, me lo chivará la vida, es así, y así es, tampoco hay que andar con más misterios...
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