No estoy bien. Partiendo de eso, sé que no puedo adivinar como estaré pasado mañana, y sin embargo me empeño en tratar de hacerlo. ¡Soberana idiotez! Imposible de evitar, dicho sea de paso. En mi naturaleza está haber llegado a esta situación, y volverla agónica con mis intentos de adivinar a dónde me llevará.
No puedo escribir, agarrarme a esa tabla que siempre me salvaba, y no porque no quiera, simplemente porque no encuentro las palabras de angustia, de desesperación, y a la vez, de fe y esperanza, porque sé que poniéndome en lo peor fallaré tanto como siendo un necio optimista.
Y en esas estamos, con noches de escuchar un reloj de pared, con almohadas que nunca son lo suficientemente mullidas,con mal humor a ratos y humor de perros el otro rato.
Pero sabes qué, siempre quedará París, y también siempre quedan las fotos, y también quedan siempre las ganas de sudar jugando a fútbol o a tenis, y la idea de sobrevivir, que siempre es más fuerte, y los retos.
Sin ellos, sin esa afrenta personal de poner el listón siempre más alto de lo posible, dándole condimento a la vida, no sería nada ahora mismo.
Pero como tengo retos y mucha hambre, me falta paciencia, capear a la tormenta, y divertirme siempre siempre siempre que pueda.
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