17 de marzo de 2009

Me Hierve La Sangre

Realmente hoy es de esos días en que me hierve la sangre, y no se si seré el único, pero lo dudo. Supongo que todos habremos pasado días así, días en los que te levantaste de muy buen humor (o de muy malo, da igual) pero en los que seguro que te acuestas deseando que acabe el día, que todo se apague y el próximo día traiga una nueva historia (aunque pueda ser peor).
No voy qué o quién me ha amargado el día, por supuesto que no, pues sería una falta de respeto (que en mi opinión merecerían sufrir) pero si voy a decir, para desaogarme, lo que pienso.
Cada día que pasa me doy cuenta de mis propios errores, porque al final todo es culpa de uno mismo, pero al mismo tiempo me doy cuenta de como no pude preveer lo que iba a pasar y a pasado.
De verdad, me gustaría plantarme delante de un montón de folios y romperlos, desgranarlos, lanzarlos con toda mi repulsión, para poder descargar la terrible sensación que me invade.
No puedo vengarme, y sin embargo es lo que más deseo, tengo un impulso animal, el impulso de lanzarme sobre mis problemas y destrozarlos antes de que me destrozen ami. Pero no se puede, y eso mata, supongo que el que lo haya vivido lo sabrá muy bien, porque duele de veras.
Escribir es lo único que puedo hacer esta tarde, tengo dos exámenes y un montón de asuntos de los que ocuparme, pero mi mente está tan enfurecida, tan cegada por la rabia, que no puedo, solo puedo escribir, intentar sin conseguirlo descargar mis pensamientos sobre las palabras, para al menos, transformar en algo medianamente útil lo que hoy siento.
Nada debe tener sentido en lo que he escrito, pero no pienso borrarlo ni corregirlo, porque eso es realmente lo que maravilla de escribir, que te permite con signos explicar tus cavilaciones, por estúpidas y malditas que sean.
Es por eso por lo que me lanzo a aconsejar a todo aquel que alguna vez haya vivido o viva esto que yo siento hoy, que explote, que no se contenga, y que si se ve con fuerzas, lo haga escribiendo, porque del caos surgió todo, y de nuestro propio caos pueden surgir cosas que tal vez merezcan la pena.

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