Debo decir que fui en busca de Corea con muchas ganas de cambiar el chip, de no sé, me diese el aire. Setecientos cincuenta kilómetros después, día y medio y cuatro semanas o un mes más tarde, realmente parece que ha funcionado.
Es una cuestión de querer cambiar un poquito el camino, la ruta, pese a que no sea la preferida, a destinarse a entrar en un salón de amigas de amiga, en lugar de una habitación de amiga del alma. No estoy seguro de que comprenda mis decisiones, pero empiezo a entender las consecuencias de las mismas. Y esto tengo claro.
Voy a volver a Málaga, me gustaría que una camisa se hubiese quedado allí no unos días, sino el tiempo suficiente para que mi madre me pagase el billete para ir para allá. Se comenta que es un buen sitio para salir, un buen lugar para veranear, y no lo dudo, y pienso comprobarlo,¡claro que sí!
Y lo digo porque si algo me impulsa a ir a Málaga es saber que me puedo sentar en un sofá, escuchar como me pinchan, como me miran regulín, como se me juzga y como me ponen una ensalada para almorzar sin tener en ningún momento la duda de que estoy disfrutando como un enano tragándose piezas de un Lego.
En serio, gracias por la Navidad que se avecina, por que hay que apostar porque sales, y espero que salga, sino, vaya fracaso, ¿no? No salir en Málaga ni en Nochevieja, sería como para empezar a odiarte, cuando más cariño te estoy cogiendo.
Pues eso, pues nada, que gracias por la velada, que ha pasado un mes, pero que ya lo he dicho, a Málaga, volveré.